Oídos ciegos

Bien, pasamos ya la celebración, ahora viene esperar la avalancha de compradores de mi nuevo libro de poemas para hacerme millonario luego, y empezar una nueva etapa de ideas vagas. Como lo primero definitivamente no va a pasar, vamos a lo segundo. No tengo nada planeado en especial para este año poético, así que empezaré con métrica libre y temática atadosa y algo críptica.

Oídos ciegos

Oídos ciegos que ocultan
los detalles que nacieron
de aquellos que condujeron
por las calles sin cadencia
lejos de toda inocencia
a los ritmos de la vida
que nunca tuvieron cabida
en tu alma.

Oídos ciegos que niegan
los silencios y las luces
aquellas que nos conducen
por los pasillos silentes
que a veces suenan candentes
que terminan a las puertas
claramente hoy inciertas
de la vida.

Oídos ciegos que duelen
cada vez que se cierran
y que el objetivo yerran
al enfocar al horizonte
y visualizar a Caronte
en su bote de la muerte
a ver si le llega la suerte
de moverlo.

Oídos ciegos que permiten
que la oscuridad aparezca
cada vez que la vida anochezca
en el inicio de nuestra vida
dando con todo cabida
a los deseos imposibles
de las almas insensibles
de los que ven.

Oídos ciegos eternos
que traspasan tiempo y espacio
y que no escuchan ni ven despacio
todo lo que siempre sucede
lo que al siguiente paso precede
en aquello que hacemos sin tino
para culpar finalmente al destino
de nuestras culpas.